22 de enero de 2013

Día de la ira republicana - Audiencia Nacional: 13 de Febrero de 2013


Día de la ira republicana
(Nota del Coronel Martínez Inglés)

Audiencia Nacional: 13 de Febrero de 2013

 



   De la mía, desde luego que sí, que me confieso iracundo en extremo, esperando y deseando que ese día ya cercano del próximo mes de Febrero lo estéis también la mayoría de vosotros, estimados amigos, compañeros, demócratas, republicanos y ciudadanos en general de este desgraciado país de la corrupción, el pelotazo, las preferentes, los EREs, el Bárcenas, los sobres fantasma, el Urdangarín, la Gürtel, los jubilatas sin Urgencias, los médicos privatizados, los seis millones de parados, los novecientos mil millones de euros de Deuda, los diez millones de pobres de solemnidad, los dos millones de familias en las que no entra un euro un mes tras otro… etc, etc.
 
   Porque tiene tela, amigos, con la que está cayendo en este territorio plagado de sinvergüenzas de alto estanding que guardan sus rapiñas en Suiza y abandonado por Dios y hasta por la señora Merkel, tener que acudir, ese próximo día que les comento, a la Audiencia Nacional (un Tribunal, como todos ustedes saben, con el ADN del antiguo Tribunal de Orden Público franquista) a defenderme de una acusación de calumnias e injurias vertidas (según el Fiscal General del Estado que, como todos ustedes saben también, cumple órdenes del Gobierno) contra un impresentable señor, un obsoleto y desvergonzado monarca, un despreciable sujeto divino e inviolable que se pasa las leyes por el forro de su corona, un hombre acabado física y mentalmente por sus excesos que, desde hace treinta y siete años, “okupa” sin ninguna legitimidad (salvo la del militar rebelde y genocida que lo colocó ahí) la Jefatura del Estado español. Dedicándose en exclusiva todos estos años a pegarse la gran vida y a utilizar en provecho propio los recursos del Estado: caza de elefantes acompañado de su “asesora estratégica” de turno, francachelas sexuales pagadas con fondos reservados, pseudo golpes de Estado para asentar su tambaleante corona, colaboración de facto en los oscuros negocios de su señor yerno, amasamiento de una fortunita personal que medios solventes extranjeros (incluido el New York Times) cifran a día de hoy en 1.800 millones de euros… etc, etc. Presuntos delitos, vicios redomados y actuación impropia del alto cargo que ostenta y que le llevó, en abril del año pasado, en una patética intervención televisada, a pedir perdón a sus asombrados súbditos.
   Pues sí, amigos, les cuento. El pasado viernes 18 de Enero recibí en mi domicilio una Cédula de Citación del Juzgado Central de lo Penal de la Audiencia Nacional (una cutre cédula en la que no figura, supongo que por miedo, ni el nombre del titular del Juzgado ni el de la secretaria judicial que la firma con un garabato) por la que se me convoca para que acuda el día 13 de Febrero próximo, a las 11,30 horas de la mañana, a la Secretaría de dicho Juzgado al objeto de asistir al acto del Juicio Oral en el Procedimiento que se me sigue en ese tribunal especial, en calidad de acusado y bajo apercibimiento de ley.
   Anteriormente a esta citación, en Noviembre del año pasado, ya había recibido un escrito del Juzgado Central nº 002 de la misma Audiencia Nacional trasladándome la petición de pena por parte de la Fiscalía: UN AÑO Y TRES MESES DE PRISION (¡Inaudito, los golfos queriendo llevar a la cárcel a los honrados!) y el abono de las costas del juicio estimadas en 2.000 euros.
   Al comunicaros este desagradable asunto, estimados amigos y compañeros, quiero que sepáis que yo lo afronto con total tranquilidad y normalidad, enmarcándolo en la ya larga lucha personal que libro desde hace años para que algún día, ya cercano afortunadamente, vuelva a este país el legítimo régimen republicano masacrado por el fascismo castrense en 1939 y, desde luego, sin que mi ánimo flaquee un solo segundo, como he hecho a lo largo de toda mi vida en situaciones mucho más comprometidas y peligrosas que ésta, seguro de lo que hago y con la certeza absoluta de que, al final, el triunfo estará de mi parte. Y, por supuesto, del ideal con el que me he comprometido. Que, en estos momentos y sin remilgos de ningún tipo, debo reconocer que no es otro que, como os acabo de decir, lograr la pronta y venturosa llegada de la III República española. Mandando a los infiernos, de una vez por todas, la insulsa, obsoleta y corrupta monarquía juancarlista/franquista que ha sido, en una gran proporción, la culpable del desastre y la ruina que en estos momentos atenaza a todos los españoles.
   Yo, amigos, estoy acostumbrado a luchar solo. Lo hice en el año 1989 cuando me enfrenté a la cúpula castrense franquista del momento, al ministro de Defensa Narcís Serra y al Gobierno socialista en pleno, para conseguir erradicar de este país la mili obligatoria que, sin servir para mantener una defensa exterior efectiva, se cobraba la vida de más de doscientos jóvenes al año en accidentes (por falta de preparación técnica de los mismos) y en suicidios. Objetivo que lograría por fin en 1996, curiosamente, con la llegada de la derecha al poder.
   Y ya antes (y perdonad que os cuente estas “batallitas” de mi ancestral currículo pero es que uno tiene ya sus añitos, aunque, la verdad, biológicamente no creo que pase de la cuarentena ya que todavía aguanto bien los ocho kilómetros que corro todas las tardes desde hace más o menos cincuenta años) tanto en la guerra de Ifni de 1958, en la que mandé un comando especial de cuarenta soldados voluntarios y casi suicidas con la misión casi diaria de infiltrarnos en el campo enemigo para hacer prisioneros y obtener valiosa información que evitara a nuestras tropas ataques intempestivos, como años después en el desierto del Sahara al frente de tropas nómadas nativas, como en las Unidades especiales de paracaidistas realizando centenares de saltos en condiciones extremas o en la terrible como angustiosa “guerra del norte” en la que cualquier mañana, en un semáforo, podías encontrarte con la muerte… siempre actué con arreglo a mis principios e ideales, por propia voluntad, sin necesidad de compañía laguna y, afortunadamente, encontrándome con el éxito al final de la peligrosa “cabalgada”.
   Pero en esta ocasión, ciudadanos españoles, amigos, compañeros, republicanos, que todavía atesoráis ilusiones y que aspiráis a cambiar cuanto antes la peligrosísima situación en la que en estos momentos se encuentra este país, yo os pido, para no afrontar en soledad la personal lucha que voluntariamente libro con esta monarquía que nos asfixia y que con sus excesos ha mantenido siempre en verde el asqueroso semáforo de la corrupción, que me ayudéis, que me apoyéis, que os solidaricéis conmigo y que, los que podáis, estéis el próximo día 13 de febrero ante el número 12 de la calle Prim de Madrid, sede de la siniestra Audiencia Nacional residuo vergonzoso del franquismo.
   Yo, desde luego ¡faltaría más! voy a acudir allí en esa fecha y hora para plantar cara, una vez más, a semejante rodillo antidemocrático, en cuyo interior, unos prepotentes y endiosados juristas tratan de irradiar su efímero y espurio poder por delegación del Gobierno y del partido de turno. Parafernalia jurídico/política que a mí, lejos de causarme ningún pavor, me produce, si no risa, sí preocupación y hastío por lo que semejantes conductas representan dentro del pavoroso escenario institucional y social en el que estos momentos se debate este país, en crisis total de supervivencia.
   Termino ya esta larga nota con la que para nada he querido transmitiros preocupación personal o duda de ninguna clase, sino, todo lo contrario, esperanza, horizonte vital, espíritu de lucha y valentía ante lo que tiene que venir… y vendrá.
   Y como punto final, ahí van mi última y reiterativa petición al respecto y una solemne promesa:

    Los españoles demócratas que amamos la República no podemos dejar pasar, mirando para otro lado, la presente situación. Debemos dar un paso al frente de una vez comprometiéndonos de verdad y en serio con la consecución de nuestros ideales. Dejémonos de manifestaciones insulsas y reiterativas con nuestras añoradas banderas al viento. Ya no hay tiempo para eso. Ha llegado el punto y la hora de salir a la calle, de luchar, pacífica y democráticamente, por supuesto, pero sin renunciar para nada al enfrentamiento público de las ideas y al sacrificio personal. Y deberemos hacerlo, además de para conseguir nuestros sueños, para colaborar a sacar del pozo en el que se encuentran hundidos millones y millones de compatriotas absolutamente desmoralizados y empobrecidos por una casta política postfranquista que ha esquilmado este país en nombre de la libertad y la democracia.
 

Si somos capaces de hacer algo parecido a esto, amigos y compañeros. Si nos unimos y nos olvidamos de protagonismos y personalismos espurios, yo os prometo que antes de dos años (quizá bastante antes) gozaremos en España de una nueva III Republica, democrática, moderna, europea y respetuosa con la libertad y los derechos fundamentales de todos los ciudadanos. O moriré en el intento.

Que empezará a funcionar, eso sí, con todos los corruptos de este país dentro de la cárcel, empezando por el rey (primer corrupto de este país) y terminando por el último alcalde que haya podido sucumbir a la pérfida tentación del pelotazo”.


 
   Soy consciente de que a alguna persona que me lea, estas palabras que acabo de estampar negro sobre blanco pueden parecerle demagógicas, ampulosas, vanidosas, visionarias e, incluso, idealistas y trasnochadas. ¡Allá ella! Yo lo que puedo decirle al respecto es que están redactadas con la mano en el corazón de un soldado español que juró hace ya muchos años defender a sus compatriotas con su propia vida, que con ese fin se la ha jugado repetidas veces a lo largo de los últimos cincuenta años y que está dispuesto a volver a hacerlo las veces que hagan falta para ser fiel a ese juramento. Los tiempos no están para críticas estériles, amigos, sino para actuar. Y aquél que en estos dramáticos momentos tenga algo bueno que proponer para que los españoles no nos inmolemos colectivamente en la pira de la corrupción y el enfrentamiento, y se considere capaz de luchar para llevarlo a efecto, que lo diga. Yo encantado, me subiré a su carro. Pero no hacer nada, no. No nos queda demasiado tiempo. Si en las próximas semanas o meses cae Rajoy, asesinado por la corrupción de su propio partido (escenario harto probable), el infinito político y social, como un tremendo abismo, se abrirá ante nosotros.
 
Fdo: Amadeo Martínez Inglés
Coronel. Escritor. Historiador

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